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O’Brien, Tim; Las cosas que llevaban los hombres que lucharon. ANAGRAMA. 2011.
- “Le odiaba por hacer que dejara de odiarle.” (pág. 179)
- “Pero en una historia puedo robarle el alma.” (pág. 209)
- “Tenía algo intemporal en los ojos”. (pág. 210)
- “Aprendí que las palabras establecían una diferencia. Es más fácil enfrentarse con una estirada de pata que con un cadáver; si no es humano, no importa tanto que esté muerto. Por eso una enfermera del vietcong, frita por el napalm, era un bocadillo crujiente. Un bebé vietnamita, que estaba tendido cerca, era un cacahuete tostado. Solo una mazorca sabrosa, dijo el Rata Kiley mientras pasaba por encima del cuerpo.” (pág. 211)
- “Bueno, en este momento -dijo- no estoy muerto. Pero cuando lo estoy es como… No sé, supongo que es como estar dentro de un libro que nadie está leyendo.” (pág. 216)